Bailaor, gitano, a los 29, Francisco José Suárez Barrera, conocido como «El Torombo», nunca vino a Buenos Aires. Hasta que se le dio la oportunidad en La Trastienda, donde se presentará desde el martes hasta el domingo 27 con su espectáculo «Flamenco al Andalus». Con él vienen a bailar su hermana, «La Toromba»; Jairo Barrul, llamado «El niño Ramón», y «El Farruquito». Los acompañan los guitarristas Juan del Gastor, Martín Chico y Raúl Perla; el cantaor Enrique Jiménez Moreno, «El Barreta», y la cantaora María Vizarraga.
Le gusta hablar. Las palabras fluyen sin pausas y de ahí, su historia.
«Estoy en mi casa, en un pueblecito de Sevilla. Antes estaba entre tres mil viviendas, pero me vine al campo, donde estoy más tranquilo y apartado de la sociedad. Con las vaquitas, las gallinas, mi mujer, Dolores, y mis dos niñas, Lole, de cuatro, y Triana, de cinco. En el barrio hay cosas preciosas. Allí está toda mi familia y la gente metida en nuestro arte, pero también existe el problema de las drogas. Por eso quise alejarme de ese ambiente.»
Vio la luz en Triana y, al contario de lo que ocurre con los ancestros de su esposa, nadie tenía que ver con el flamenco.
«Mis padres se dedicaban a hacer tejas. Los únicos que salimos con vena artística fuimos mi hermana y yo. Es algo que se tiene dentro. Aunque en las fiestas, como bodas, bautizos, Pascuas o Nochebuena, todos comparten la música y el baile. Ya en la barriga de mamá escuchamos el compás y entonces, cuando al nacer, el que lo ha mamado, lo saca. Desde los 3 años bailaba y cantaba. Me premiaban con regalitos. A los 7, cuando mi papá comenzó a trabajar como taxista en Sevilla, me llevaban a los típicos tablados y yo me entusiasmaba muchísimo.»
Empezó a actuar en esos lugares alentado por el gran Farruco. «Me soltaban en el escenario junto a maestros como él, Manuela Carrasco y otros de esa estirpe. Me llamo Francisco, pero por mi pelo, muy rubio, me decían François. «El Farruco» me cuidó, me trató como a un hijo y, por mi forma de moverme y mi origen, decidió que ese apelativo francés no me sentaba. Pensando en que era de Triana, que mis padres eran tejaderos y jugando con nombres que empezaban con «te», le salió Torombo y me quedó el sobrenombre. Este término también es el del fuego en el que antiguamente se ponían los bastones para hacerles el doblez, para domarlos con las llamas.»
También explica que Andalus (palabra inserta en el título de su espectáculo) era el modo que los moros, hace 700 años, denominaron a la tierra que luego se transformó en Andalucía.
«Nosotros, los gitanos, llegamos después; por eso quise hacer una especie de homenaje a los antecesores, los árabes y a los que vinieron de la India. Hay mucho de ese bagaje en el flamenco.»