Una teoría ampliamente aceptada sugiere que las saetas actuales tienen su origen en las coplillas que eran cantadas o recitadas por los padres Franciscanos en los siglos XVI y XVII. Estos cantes tenían el propósito de exhortar a los pecadores al arrepentimiento, fomentando la devoción y la penitencia. Entre los años 1800 y 1840, la saeta se convirtió en un canto popular que surgía al paso de las procesiones. Es una expresión sentida y profunda entre el cantaor y la imagen de Jesús o la Dolorosa.
A finales del siglo XIX, la saeta experimenta un proceso evolutivo fascinante, comienza a fusionarse con el flamenco, dando lugar a nuevas modalidades como la saeta por seguiriyas, la saeta por martinete y la saeta malagueña, entre otras.
Se transforma con el proceso de la adopción de ritmos flamencos donde intervinieron los grandes del cante flamenco; Manuel Centeno, al que se atribuye la autoría de la saeta por seguiriyas, Enrique el Mellizo, Antonio Chacón, Manuel Torre, La Serrana, Medina El Viejo, La Niña de los Peines y Manuel Vallejo. De esta manera evoluciona hacia una nueva versión más moderna y elaborada con ornamentos; tercios más alargados y cadencias propias de otros palos como seguiriyas, tonás, carcelera y martinetes.
De la saeta de Centeno provino la saeta que se impuso en Sevilla a partir de los años veinte. Es la llamada saeta artística y fue difundida por La Niña de la Alfalfa, a quien el rey Alfonso XIII proclamó como «La Reina de la Saeta» allá por el 1916.
Durante la década de los 60 y 70, la saeta entró en un periodo de decadencia, desaparecieron los saeteros históricos, que transmitían de forma oral su saber y su arte. Pero las grandes de la copla del momento se atrevieron con este difícil cante: Rocío Jurado se dio a conocer ganando un concurso de saetas; Juanita Reina cantó a La Macarena y Marifé de Triana también hizo lo propio llegando incluso a publicar un disco monográfico.
La saeta en Andalucía discurre entre dos vertientes: la sevillana y la malagueña, de la que bebe también Córdoba. Al margen, se suma la saeta de Jerez, propia de los gitanos habitantes de esta tierra y que se conserva aún hoy en día con un estilo propio.
En nuestros días, las saetas flamencas se interpretan básicamente por estilos: por seguiriyas puras o con remate final por martinete, es la más popular; por carceleras, que suelen cantarse a las vírgenes por ser muy melodiosas; y por martinete puro o por toná pura, estas últimas menos comunes. Además, por todo el territorio español se conservan infinidad de saetas antiguas autóctonas bajo el nombre del municipio donde nacieron o del cantaor o cantaora que las popularizó.
En nuestro tablao flamenco, durante la Semana Santa, celebramos la riqueza cultural y espiritual de la saeta. Desde la intensidad y la solemnidad de cada interpretación como tributo a la Pasión y una expresión auténtica del alma andaluza.
¡Visítanos en esta semana especial para descubrirla!